Por Mario Morales
No se entiende esta bipolaridad. Exigimos cuanta verdad sea necesaria, pero a la hora de los mameyes, rehuimos, por conveniencia, negligencia o pragmatismo, el encuentro con la realidad.No fue sino que avanzara la idea de Iván Cepeda de hacer debate de control político por la presunta relación de Uribe con paramilitares de Córdoba y Antioquia para que el país mostrara su doble faz. Y no digo el país de los políticos, en el que era previsible que hundieran la iniciativa, como lo hicieron ayer, exhibiendo orondos sus rabos de paja, no fuera a ser que las responsabilidades también los alcanzaran. (Publica El Espectador)
No, hablo de ese otro país con voz que se escandalizó porque el flamante Congreso se iba a ocupar del asunto, que les pareció nimio e inoportuno frente a agendas más efectistas e inmediatistas con el común denominador del reformismo y el populismo.
Es ese país que no entiende que la verdad es la premisa para superar ese oscuro pasado y enfrentar el difícil trance que espera a los diálogos de paz en su fase de refrendación. Si no salen a flote los responsables intelectuales de todas esas tragedias seguiremos como un corcho en torno a las venas abiertas por las violencias de derecha e izquierda y por las grandes tramas de corrupción.
No es echando tierrita como avanzamos, o retrocedemos, en la reconciliación. Y no la lograremos si seguimos volteándole la cara a la justicia como en las penas al “pobrecito” exministro Arias o a quienes calumnian e injurian en los foros mediáticos, como sucedió en Cali, con argumentos peregrinos como que “no se robó ni un peso” o parapetados en la libertad de expresión.
Antes que acelerar, como pide el presidente del Senado, hay que incentivar las comisiones de la verdad e insistir en investigaciones que esclarezcan hechos, hallen culpables y cuenten las verdades que permitan paliar nuestras esquizofrenias. @marioemorales