Por Mario Morales

Es cierto que la justicia estadounidense comete errores. Baste citar los recientes casos del carpintero y el pastor con causa de extradición a ese país. (Publica El Espectador)

Es cierto que la justicia estadounidense comete errores. Baste citar los recientes casos del carpintero y el pastor con causa de extradición a ese país.

Es cierto que lo que pasa aquí da desconfianza. Un fiscal aferrado a prebendas; otros que dejan sueltos a matones en potencia; procesos en los que no se sabe quiénes son víctimas o victimarios (casos Colmenares o Gette).

Es cierto que se quiere impartir justicia fácil, a punta de leyes y decretos. Si no pudieron las penas de cárcel, mucho menos las multicas para evitar el descontrol ciudadano…

Pero de ahí a poner en tela de juicio, como lo ha hecho el descachado cubrimiento mediático, la condena de 10 años de cárcel para la científica colombiana que, según la juez, intentó asesinar a su examante y colega, habla de nuestro folclorismo, prejuicio y una mal pretendida solidaridad y patrioterismo.

Una cosa es que sus familiares se nieguen a aceptar la culpa o la condena, pero otra que buena parte de nuestro periodismo se haya unido gratuita y sutilmente a voces de protesta por el fallo, sin argumentos racionales.

El problema es triple: creer que, de veras, los medios sustituyeron a los tribunales; centrarse en la condena y no en el delito, y salir en defensa de la presunta victimaria con argumentos peregrinos, clasistas y estigmatizantes, como esos de su rol de científica, grado académico o prestante apellido, como si fueran blindajes para sus pasiones y debilidades.

Acudiendo a tradiciones y heráldicas han pasado de agache ante la justicia desde presidentes en ejercicio…

Ese enfoque que apela, sin bases sólidas, sólo a la injusticia no ayuda a comprender el contexto, se olvida de la víctima de hecho y alindera a las audiencias de manera efectista y emocional.

Hay que diferenciar entre el apoyo a una compatriota caída en desgracia —lo cual es caritativo y plausible— y tomar partido por el camino de la sensiblería. Dura es la ley, pero es la ley… hasta que se demuestre lo contrario.

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