Por Mario Morales
No creo que sea factible, por irracional, la tesis extendida de que el mindefensa actuó motu proprio cuando reveló los viajes de Timochenko a La Habana. Por cercanía, amistad y lealtad, resulta imposible de creer que el ministro de voz altisonante e histrionismo tropero no haya reportado a su jefe antes que a la opinión los tales desplazamientos, bajo el supuesto de que los desconocía, lo cual hablaría mal de su inteligencia militar. El efecto hubiese sido pérdida del cargo por perfidia o incompetencia. (Publica El Espectador)

Tampoco suena verosímil que, con esta jugada riesgosa, Santos haya complacido la vanidad del pichón de candidato para 2018. Quedan pues tres opciones, o una con tres objetivos: para quitarle la iniciativa en las agendas pública y mediática al furibismo; para coagular el ambiente, como sugiere Semana, anticipar debates y calibrar opiniones para cuando haya que hacer concesiones al jefe guerrillero, y para que sirva como pretexto y aliciente de una reforma que provea fondos a las arcas vacías del posconflicto.

Algo similar se puede decir de las filtraciones de la presunta cumbre Farc-Eln en la capital cubana, sobre la cual el Gobierno decidió no hablar más, cuando ya la especie estaba rodando a manera de globo de ensayo, hasta que fue “confirmada” por el analista León Valencia con la ñapa informativa de que ya había conversaciones de casi tres meses en otra parte del continente.

Se trata de la técnica de contaminación, usada en propaganda política para quitarle “suministros” al adversario, mimetizar su estrategia para confundirlo (y de paso a la masa) y obligarlo a pasar de la acción a la reacción. Evita confrontarlo y lo desplaza con seres de carne y hueso.

Así, Santos levanta, al estilo del flop en póquer, todas esas cartas al tiempo, junto con la del contenido de los acuerdos alcanzados en Cuba, de manera que ni la opinión ni la oposición tengan tiempo de digerirlas ni de reaccionar a ninguna en particular. Apuesta dura, sin duda… Si fuera ella intencional…

Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/apostando-duro-columna-522207

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