Por Mario Morales

Esa idea de cuantificar, empaquetar y esperar a ver qué pasa con los diálogos está muy a tono con la forma de pensar facilista y sin compromiso de los colombianos, comenzando por el presidente. Establecer un monto, extender la mano o abrir una bolsa para que los países aliados la llenen a partir de la firma de los acuerdos, es conjugar el verbo favorito en estas latitudes: aplazar. (Publica El Espectador)

Como si la rúbrica en La Habana fuera la llave mágica de la reconciliación y el único camino para cambiar esta mentalidad egoísta, segregadora y antisocial puesta en evidencia con la vivienda de interés prioritario en barrios estrato seis, con tratamientos salvavidas como el de la joven Abuabara, el oneroso costo bancario o el trato “fraternal” que se dan los hinchas del América, para no ir tan lejos.

Una cosa es que en Cuba se pongan de acuerdo y otra que los restantes 48 millones de ‘combatientes’ estemos dispuestos a deponer las armas de la discriminación, el clasismo, apego a la zona de confort e hipocresía con la que decimos que “estamos de acuerdo” con los diálogos de paz.

Salvo excepciones, organizaciones sociales, academia, partidos y movimientos siguen cañando al decir que hay que esperar, que todo depende de, que para qué desgastarse si no, y otros disparates. Así piensan los políticos…

Es el momento de, retomando a Jesús Martín Barbero, perder el objeto para ganar el proceso, que trascienda a la mesa, que no dependa de la firma, que tenga una bolsa pero de ideas y más que nada de proyectos que arranquen con la formación en reconciliación y vida en comunidad desde la primera infancia, apunten al tejido social cercano, etc. ¿Eso no es posconflicto?

Así a nadie le dará temor, incluidos nosotros mismos, como pasó en la gira europea, meterse ya la mano al bolsillo.

Esa especulación sin ningún asidero del costo de $90 billones puede resultar desalentadora y desgastante, y el aplazamiento de acciones inmediatas atadas al acuerdo puede truncarle las soluciones a toda una generación que se perdería una oportunidad que vale más que el oro, la de comenzar a construir un país.

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