Por Mario Morales
No. Santos no rompió la confianza, como escribió Timochenko, porque confianza no ha habido entre los negociadores, ni de parte de la población.Sabido es que la desconfianza está en la base de las múltiples razones de la guerra, del pesimismo, de nuestra descomposición política y social, del medaunculismo que vimos estos días de buena parte de la población frente a la suerte de las negociaciones. (Publica El Espectador)

Y ese, en lo que va y en lo que resta, es el reto clave para las dos partes dialogantes en medio de la crisis que no termina: construir unos mínimos de confianza para volver a la base del acuerdo si es que quieren avanzar.

Lo primero, a la espera de que la liberación del general Alzate salga bien, como la de los soldados de Arauca, es pañetar los tres boquetes que abrió la coyuntura:

1. El de la fragilidad y el carácter ad hoc de las reglas de juego. Y confianza es refrendarlas, no ampliarlas.

2. La herida abierta que reclaman ambos bandos y que querrán seguir aprovechando quienes vestidos de civil o camuflado aquí adentro se oponen a las conversaciones.

3. La incidencia propagandística de “los actos de guerra” y “gestos de paz” que se ciernen sobre la mesa como espadas de Damocles.

Ya tuvimos suficiente de embelecos y de barnices. Nos cansamos de las medidas, acciones o decisiones temporales. Ganar confianza significa dejar de hablar en borrador. Si se implementan acciones, así fueren unilaterales, que sean definitivas. Que prime el pragmatismo. De vuelta a la confidencialidad. Que los comunicados sean compartidos. Que ahora sí comience la pedagogía proyectada en el gesto de #soycapaz.

Y que en medio del pulso por llegar fortalecidos a la parte decisiva de la agenda, guerrilla y Gobierno dejen amenazas, subjuntivos y condicionales. En fin, que retomen las bases del acuerdo y defiendan esos mínimos, a ver si por fin avizoramos el punto de no retorno.

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