Por Mario Morales
Es inevitable sentir, gracias a ese airecito que es el espíritu de estas festividades, que todo podrá ser mejor a partir de unas horas. Y digo mejor porque estos 12 meses se nos fueron en suspiros, ilusiones y sudores por la fuerza que hicimos, sin que llegaran a cuajar. (Publica el Espectador)
2013 terminó en suspenso y con esperanza, pero 2014 no fue, salvo por la selección, el año de quiebre anhelado. Es cierto que cierra, aquí y afuera, con los propósitos claros y derroteros definidos, pero mirando más que nunca el reloj… Es lo que suele pasar con los años previos a grandes decisiones. El tictac estentóreo y acucioso de esta noche se extenderá a los próximos 365 días. Hay llamado de urgencia.
No es difícil profetizar que la paz será en 2015 o no será en el mediano plazo. Los términos para la firma de acuerdos, modelo de legitimación y necesarias reformas derivadas de los mismos, estarán cumplidos. No habrá un después para esta generación.
Quizás por eso la “tensioncita” esa que sentimos, y de la cual hablan los deportistas en la antesala de competencias. La misma que deben sentir los casi 7 millones de víctimas que esperan resarcimiento y justicia, las decenas de miles de beneficiarios de vivienda de interés social, de becas-préstamo, de restitución de tierras, y hasta el 1’150.000 de colombianos que sobrevivirán con los $28.336 de reajuste a su salario mínimo legal, pero acaso injusto.
Las mismas sensaciones de los 6 millones de indocumentados en EE. UU., de 12 millones de cubanos o de 31 millones de venezolanos que esperan hechos concretos que mejoren su calidad de vida…
Como si fuera poco, aquí será año electoral, corte de cuentas en las metas de Naciones Unidas, Copa América y hasta coyuntura para nuestro gran Millonarios…
Ahí estarán cifrados nuestros deseos de esta y todas las noches del año que comienza: que el 2015 sea, Dios mediante, el año decisivo que debe ser. Felicidades para todos.