Por Mario Morales.
Cómo decirlo? Lo de menos es lo de los 4 millones y medios de votos. Ese es coco al que le apostará la jauría que se opone. Su último reducto. Del que expele ese dilema entre frustrado y derrotista de elegir entre el no y la abstención que pide Uribe. Con cara pierden ellos. Con sello gana el país.
Le llegó el turno a la gente. La hora del plebiscito. Por fin el vocablo recupera el significado de sus orígenes: El de una ley requerida, impulsada y apoyada por el ciudadano común, pero con la característica de mandato, de ordenanza.
A diferencia de la oposición, el dilema de la población es, a partir de ahora entre el sí y el activismo despolitizado. El reto no es menor. Significa, ni más ni menos, la oportunidad de apropiarnos de nuestro presente y hacer posible otro futuro. De mostrar talante y convicciones.
Es la hora de voltear páginas. De pasar por encima del error innecesario del presidente Santos de querer “partidizar” el proceso. De evitar que Royes y Bennedettis saquen tajada. De impedir que el clientelismo y la mermelada hagan de las suyas. Es la hora de que el ciudadano común le diga a las maquinarias que no las necesitamos.
Pero también es hora de mostrar lo que las organizaciones sociales han hecho. Del trabajo de tejido, de resistencia, de comunidad. Es la hora de la academia de asumir el rol didáctico y pedagógico que nadie ha podido liderar. Es la hora de las familias, de las iglesias y otras pocas instituciones confiables. Sin rótulos.
Tienen razón quienes dicen que es la cita más importante, junto con la constituyente del 91, de nuestra historia con el sueño democrático, con el país que queremos construir.
En el fondo no está en juego el acuerdo, que tendría opciones aún si ganara, (es un decir), el no. Lo que importa, por encima de la cifra que va rumbo a convertirse en fetiche, es que por fin la inmensa mayoría de colombianos podamos estar del mismo lado