Con tanto protagonismo, ya va siendo hora de separarles un sitial de honor en nuestra historia a los “oscuros intereses”, esa fuerza ignota pero omnipresente en todas las decisiones del país, como lo saben los tituladores de prensa, los comentaristas de oficio y los archivadores sin nombre.
Al comenzar esta semana, los “oscuros intereses”, según los medios periodísticos, oprimían el freno, citando a la administración distrital, en la licitación de la Empresa de Acueducto de Bogotá; hacían presencia en el triángulo de conversaciones chuzadas con el programa Fénix; en las modificaciones que habría hecho una colombiana, entre otros, en la FIFA, para enredar las investigaciones por corrupción; en los presuntos sobornos de Fidupetrol, Inassa, Odebrecht y tantos otros escándalos de corrupción; en el inflamil primero, y luego en la desinflada de proyectos populistas como el incremento del salario mínimo, la devolución del IVA y especies cercanas en la ya agónica reforma tributaria del Gobierno…
La lista es larga, pero le da solución de continuidad a un acervo interminable que, por ejemplo, no tapa el humo del incendio que dejó a un ministro quemado, pero en uso de facultades legales y considerando, por oscuros intereses en los bonos de agua y en los fallidos acueductos de decenas de municipios; como tampoco cubre el de la pirotecnia contra la JEP y el Acuerdo de Paz, lo que queda, como testimonio, luego de 33 años del holocausto del Palacio de Justicia que sigue envuelto en sombras.
Para no hablar de los falsos positivos, las fake news en las elecciones propias y ajenas, o de la muerte de Mamatoco…
Una de dos: o los medios se inventaron un sujeto desde las variaciones del eufemismo o encontramos a los responsables de todas nuestras desgracias. Que nos cuenten pronto, para saber a qué atenernos, ahora que se habla de oscuros intereses en los anuncios catastróficos de la economía global, del efecto invernadero, de los nombramientos en la diplomacia y de la gobernabilidad del presidente Duque…