Por: Mario Morales

Entonces uno dice, démosle espacio al optimismo. Motivos hay… Mire, al final de cuentas no va a haber apagón, ya están cayendo los responsables de los carteles de cuadernos, papel higiénico, cemento, seguridad privada, subastas ganaderas y azúcar; el Eln se decidió por el diálogo, la agenda con las Farc ya está cocinada y sólo le falta un hervor… (Publica El Espectador)

Pero no es más sino intentarlo para que, como en una condena, se aparezcan las sombras de siempre con siluetas de nuevas sombras, como esa del FMI diciendo que no vamos a crecer lo que creíamos en enero y que si acaso alcanzaremos un modestísimo 2,5. Por ahora…

O esa de la ONU hablando de la reorganización de grupos al margen de la ley para hacerse al negocio del narcotráfico en el Catatumbo, y que ya deja 30 muertos este año, como pasa en otras zonas estratégicas del país.

O esa, tras la escalofriante cifra de 534 activistas políticos asesinados entre 2001 y 2015 según la ONG Justice for Colombia… Y todavía se nos llena la boca hablando de participación política y derechos humanos.

Y en medio de todo ello, la más peligrosa de todas, la del oportunismo vergonzoso, que hace tiempo dejó de ser oposición, de esa extrema derecha que nos ha hecho creer durante dos siglos que todo estaba bien antes de la guerrilla, antes de la violencia que también ellos propiciaron y del sectarismo que ahora esperan reverdecer atizando el fuego de la pasiones, las creencias, las tierras…

Peligrosa no sólo porque recoge toda la godarria inconfesable de este país pacato y doblemoralista; porque encarna el “ideario” de la caverna que no atreve a expresarse en público, sino porque busca condimentar el caldo de cultivo que le dé vida, en medio del ensayo y error, al frankenstein que los pueda representar.

Es inevitable el pesimismo cuando uno ve y escucha la acogida soterrada del “ordoñismo”, hasta hace poco inviable. Así comenzó Trump, y miren…

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