Por Mario Morales.
Tienen razón el padre Francisco de Roux y los otros 41 ciudadanos de “La Paz Querida”, el movimiento en pro de una ética ciudadana, de que lo está en juego en estos momentos no es el futuro de Santos ni de Uribe, ni siquiera de Humberto de la Calle. (Publica El Espectador)
Superada la parte dura de la agenda de La Habana, no podemos ser tan miopes y cortoplacistas como para quedarnos discutiendo sobre la gala de la firma final, las orquestas que amenizarán la fiesta, o la etiqueta de los invitados que aplaudirán “a rabiar”
Ya que el Gobierno no pudo, le tocó a la sociedad civil dejar la voz pasiva, comprender los alcances de los acuerdos, proponer y liderar cambios que eviten el reciclaje de las violencias acunadas por prácticas interesadas y corruptas. Pero sobre todo propiciar que el proceso tenga su cariz verdadero, el de punto de partida
Iniciativas hay como esa de La Paz Querida, que pone el acento en la dignidad humana, o la de la Fundación Paz y Reconciliación, que impulsa una reforma de fondo aprovechando el ítem incompleto de participación política que se debate en Cuba, y que no se puede quedar en las calenturas de las nueve curules directas a las Farc o plebiscitos de trámite, sino que vaya a ámbitos más de fondo como los de organización política, financiación de partidos y sistemas electorales.
El paso a seguir no es de las marchas de la victoria o los desfiles en carros de bomberos con lluvias de palomitas blancas, propios de masas desinformadas, sino la organización social con intervención de movimientos, iglesias y academia en la perspectiva de generar ideas e impulsar proyectos que incidan en nuevas políticas públicas.
Ya que no nos preparamos para este reto histórico, es hora de intentarlo.