El único hueco en el sector fiscal, por ahora, parece estar en la idoneidad de los funcionarios a cargo de las finanzas del país.
Más que preocupante, ha sido bochornoso el desgaste por los tiros al aire por parte de quienes, se creía, estaban preparados para guiar al país en materia económica.
Comenzando por el espejo retrovisor, presente en cada patinada del nuevo Gobierno. No solo le mintieron a la opinión pública instalando en el imaginario ciudadano esa falsa etiqueta, pues el tal hueco fiscal nunca existió, sino que montados en ese enclenque caballo de batalla quisieron incrementar presupuestos a gusto y capricho en cada cartera, contradiciendo la falsa promesa de campaña de que no tocarían el IVA.
Desde entonces comenzó este tortuoso camino de propuestas, contrapropuestas, adendas, modificaciones y otrosíes a la desnaturalizada reforma tributaria, rebautizada con el nombre de ley de financiamiento, que hoy no es más que un esperpento con respirador artificial.
En esos ires y venires no solo han jugado con el estado de ánimo de los colombianos, crispado por la intención de gravar toda la canasta familiar, o de empresas e inversionistas que no saben a qué atenerse, sino con la agenda de inversión social que está a la espera de un guiño para arrancar o continuar en 2019.
A lo inviable de propuestas hechas por aprendices o técnicos, como si estuvieran experimentando en un laboratorio, como la devolución del IVA o la limitación al IVA descontable (que presuntamente viola tratados internacionales), solo para citar los palos de ciego más recientes, se suma la creciente oposición a una reforma hecha a tijeretazos, improvisada e irresponsable, como quedó demostrado en la redacción de la malhadada ponencia, puesta contra las cuerdas por la premura para ser agendada.
Como pasa en otros sectores, la incertidumbre y la indecisión no solo van en contra de la imagen gubernamental, que es lo de menos, frente a la desazón por falta de presupuesto y especialmente por el mensaje contradictorio y de animadversión que le queda a la población después de tanto despelote.