Por Mario Morales
Una de tres, o los altos funcionarios nos creen ingenuos y nos miran con desprecio, o perdieron el pudor, con ellos mismos -a lo cual tienen derecho- y con la dignidad de sus cargos; o en últimas, así es como piensan. (Publica El Espectador)
Y no se sabe qué es más grave. Por ejemplo, me resisto a creer que, como sugieren diversas voces, el fiscal esté jugando a la propaganda política con estrategias tan burdas que ni siquiera resisten análisis, como la del proyecto de despenalización total del aborto en los tres primeros meses de embarazo, o la revisión del indulto al M-19. Ni un asesor principiante se atrevería a proponer semejantes disparates, insultantes por obvios en medio del escándalo por contratos tanto o más absurdos.
Ahora, si esos asesores existen y el fiscal aprobó esas estrategias, el problema es más grave; no es asunto de decoro sino de idoneidad. Será que esperamos de los dirigentes más de lo que pueden dar. Y ellos mismos también…
La disyuntiva cambia con el alcalde electo de Bogotá. Sabíamos de la animadversión de Peñalosa por el metro y su inclinación por un sistema ya insuficiente como Transmilenio.
No obstante hizo creer, con complicidad del Gobierno Nacional -a punta de extras y anuncios cantinflescos-, que iniciaría la primera línea. Cincuenta días antes de posesionarse, se bajó de su promesa veintejuliera, y otra vez en complicidad y al alimón con el Gobierno, suspendieron el convenio para la estructuración financiera y la configuración de los pliegos de licitación.
De un plumazo van a la basura $135.000 millones de estudios, $9,6 billones prometidos por Santos y la ilusión de siquiera comenzar la obra en el próximo lustro.
Y para rematar, resulta que el tal plebiscito para refrendar acuerdos en La Habana no fue acordado con la guerrilla, que se manifestó abiertamente en contra… Tremendo desgaste. Y después en la Casa de Nariño preguntan por qué es que la gente no apoya el proceso de paz. Nos vieron la cara…