Por Mario Morales
Se entiende que con la autoestima baja luego del mediocre paso de Petro por la Alcaldía, los ciudadanos eleven sus expectativas con el nuevo alcalde.
Tienen todo el derecho. Funciona el meme del cambio aún sin saber con certeza los efectos del mismo. (Publica El Espectador)
Inquieta, en cambio, el alborozo de ciertos sectores de la política y los negocios, líderes de opinión y algunos medios que se sienten trepados en el bus de la victoria. Sus razones tendrán.
Tras el primer aguacero de anuncios, se reafirman algunas dudas en torno al talante y al enfoque del nuevo alcalde. Su espíritu de “constructor” lo ha llevado a prometer lo que ya sabíamos: cemento, ladrillo y ampliación de vías sin que el ciudadano, el ser humano, aparezca en el centro de sus políticas.
La opinión bogotana se tragó el cuento de que el principal problema es la movilidad y por eso recibe con salvas los anuncios en ese sentido, sin ningún asomo de curiosidad por su trasfondo en lo que toca a eventuales intereses políticos o medioambientales, por ejemplo.
No dejan de preocupar esas sondas de ensayo, como la de horas sin carro en horario de pico y placa, dizque para experimentar. Ese no puede ser el arranque de quien dice conocer la ciudad como nadie. ¿Qué hay detrás de ese primer anuncio? Como Peñalosa cambia de opinión con celeridad.
Preocupan también los rodeos reiterados en torno al metro, que hoy está en un “vamos a ver”, y que no se compadece con el mandato de urgencia de los ciudadanos todos estos años. Bien hace el Gobierno nacional al presionarlo diciéndole que la platica ya está. No más propuestas “elevadas”, que aterrice.
E inquieta la cara de satisfacción de Vargas Lleras, su apretón de manos con el nuevo gobernador de Cundinamarca y el aire triunfalista de Cambio Radical…
Que le vaya bien. Eso sí, queda la tarea al periodismo para que ojalá inicie su labor fiscalizadora, incluso antes de la posesión, como hace cuatro años. Por el bien de todos.