No es pensando en esta generación perdida que vale la pena darse la pela por debates que parecen perogrulladas. No hay nada que hacer con los prejuicios de quienes ya tenemos uso de razón. Machismos, racismos, clasismos, atajismos, arribismos, guerrerismos, engaños y toda suerte de intolerancias que están en el ADN de nuestra identidad por (de)formación, hoy si acaso pueden modularse por presión social o judicial, aunque escurramos el bulto diciendo, de dientes para afuera, que los buenos somos más. (Publica el Espectador)
Desde lejos puede parecer absurdo que estemos decidiendo si queremos la paz, una infancia sin violencia, un ambiente sano o que le digamos no a la corrupción. La guerra, la violencia, especialmente con los más indefensos, y el robo de lo público, que hoy están en el escenario del escarnio, fueron, son y seguirán siendo, hasta que formemos con otros criterios, los paradigmas de comportamiento de una sociedad desigual, inmoral y a la deriva.
Insistir, por ejemplo, en que la corrupción es un delito mayor y no un pecado venial, especialmente para quienes no se dejan pillar, sirve para paliar la pandemia que carcome tanto a quienes están cerca de los bienes comunitarios como de quienes aspiran a acercarse. Pero, más que nada, ayuda a formar con otros valores a los que vienen detrás.
Persistir en honrar la palabra, por ejemplo, debería ser objeto de cuantas consultas sean necesarias si ello contribuye a desterrar a los políticos y funcionarios mendaces, saltimbanquis y voltearepas en una o dos generaciones.
De ello da fe el voto joven en las elecciones pasadas que les tiró la puerta en la cara a los cínicos, a los hipócritas y a los trogloditas que creen que hoy pueden decir una cosa y en tres meses todo lo contrario, sin ninguna consecuencia. Por eso apoyo con un sí, repetido siete veces, la consulta anticorrupción de este domingo, más allá del resultado o que tenga efectos prácticos, repetitivos o en contravía de la Constitución. Si las generaciones que nos sucederán toman nota, esa no es plata perdida.