Por Mario Morales
VUELVE Y JUEGA. NO LE HACEN NADA bien al debate público ni a la búsqueda de solución al paro del magisterio las comparaciones simplistas (como las llamó la misma mineducación), ni las frases hechas —de ambas partes— con intenciones de convertirse en titulares. (Publica El Espectador)
Parapetarse en el único argumento de la indefensión de ocho millones de niños que no tienen clase por el paro, no sólo es una suerte de chantaje emocional, sino que deslegitima la protesta social de un sector inveteradamente maltratado en lo económico y en lo reputacional. Esa vacancia se pudo evitar hasta hace una semana. Y acudir a frases engañosas como esa de que se negocia con la insurgencia y no con la docencia, caldea los ánimos, conduce a la reactividad y transmite un mensaje equivocado sobre los diálogos de La Habana. Ahí perdemos todos, porque en medio de la polarización ya no argumental, sino emocionalizada, se traspapelan los porqués y paraqués de la movilización.
Se les sirve un suculento plato a las muchas especies depredadoras que se mimetizan en el ciberespacio y a ciertos medios que parecen “gozar” con diatribas y matoneos, ora de la ministra, ora de los protestantes.
Otros medios —no nos cansaremos de insistir— sólo relatan el paro desde la perspectiva del trancón, caos de movilidad y afectación de otros ciudadanos. Las razones de la movilización aparecen, cuando lo hacen, como contexto. Por otra parte, las aspiraciones salariales de un solo golpe suenan elevadas, pero a mediano plazo pueden ser razonables, para usar el término de la Procuraduría. Y la evaluación docente es un imperativo categórico, con los correctivos que haya que hacerle.
Con ese par de insumos, menos micrófono de las partes y la idea de negociar primero y cara a cara garantías para levantar el paro y luego hablar del resto del pliego, hay esperanzas de seguir dignificando la labor docente y que el Gobierno deje su terquedad y soberbia. Las clases se recuperan…