Por Mario Morales
Mirarnos a los ojos y encontrarnos con esos retazos de lo que realmente somos: cortoplacistas, por ejemplo. Otra vez en elecciones, otra vez a impedir que otro suba. (Publica el Espectador)
Oportunistas de profesión, por ejemplo. El rebusque nos define mejor que cualquier otra seña de identidad. Y si no, miren esos magistrados, esos concejales, esos legisladores, esos mermelados, que mal contados darían para fundar otro país…
Doblemoralistas, por ejemplo. Nicolasgaviristas, habría que decir. Sebastiantoristas si hablamos de maltrato animal. O jonathanveguistas cuando se justifican crímenes por amor, cuando nos creemos por encima de la ley, ególatras de ocasión y prepotentes por convicción.
Y procrastinadores, por ejemplo. Esa manía de dejar todo para después, más nuestra que la malicia, más antigua que el gen de los avivatos.
Y así estamos. En período de suspensión, porque todo lo pensamos en el futuro imperfecto del mal llamado posconflicto, porque somos parte de la solución, pero en el posacuerdo. Mientras, seguimos agazapados y en posición de ataque como la comadreja sobre el lomo del pájaro carpintero.
Por eso no nos miramos a los ojos… ni en la claridad de las palabras. Preferimos llamar cortejos a la corrupción rampante con togas jurisdiccionales. Y regalos a los cuerpos del delito de la justicia prepago. Y papaya, no al pecado concebido, sino al albur de ser descubiertos. Y nexos (con los chuzadores) a una empresa criminal enquistada en el Estado. Y crimen pasional al feminicidio que en hora buena la Corte sentenció.
Y entonces, ¿para cuándo la verdad, justicia y reparación de la parte que nos corresponde? ¿Sólo si se firma el acuerdo? ¿Y si no?…
A seguir evitando las miradas, a comprar peleas ajenas, a destruir los espejos que nos recuerdan lo que somos. Bueno, tal vez mañana …O la otra semana.