Político del pasado

reconozcámoslo. Si algo ha tenido Germán Vargas Lleras es coherencia en su vida política (que es casi toda su vida) por sus actuaciones fundamentadas en el oportunismo (que sus amigos llaman astucia), el cinismo (que sus áulicos llaman frenterismo) y carencia de escrúpulos, lo que le ha permitido jugar aquí y allá y luego pasar de agache a la hora de las responsabilidades. (Publica El Espectador)

Porque oportunista es, así lo niegue escudado en sus coscorrones verbales, que son casi siempre sus declaraciones, gritos intimidantes y disimulados. Es que fueron casi ochos años de silencio cómplice y calculado. ¿O es que acaso se nos olvida que él fue el vicepresidente, el segundo a bordo de todo lo gestado en este Gobierno, y que viene a vociferar cuando todo está cocinado, cuando ya para qué?

El cinismo lo acompaña cuando reconoce en Caracol Noticias (así salga a decir que fue un lapsus o que lo citamos fuera de contexto) que hizo campaña mientras era ministro en las carteras más taquilleras del momento. No se pueden normalizar esas acciones y menos con el argumento falaz de que así es la política.

No es responsable con el proceso de paz que siembre cizaña, con la sola disculpa de la antigüedad, denunciando que las Farc dejaron sus fichas en las zonas dominadas por la disidencia. Que presente pruebas.

Como tampoco es respetuoso (¿tendrá esa palabra en su diccionario?) que alegremente señale de compas de las Farc a los rivales que ahora lo superan en las encuestas (así sea el motivo que lo haya empujado a declarase tránsfuga públicamente).

Mal enorme le hace al país engrandeciendo a las Farc como enemigo único toda vez que no puede levantar la voz contra la corrupción siendo, como es, el jefe del segundo partido más contaminado.

Mal enorme, al recurrir, como han hecho las extremas, de nuevo al miedo, del que apenas nos estamos recuperando.

Así fue siempre… Y afortunado desde la cuna… (y con un inexplicable apoyo mediático que convierte cada acto suyo en fiesta o acontecimiento).

Y coherente… sí, pero no por ello deja de ser un político instalado en el pasado.

Los incomprendidos

Sería una anécdota casi risible si no fuera por la gravedad de principios que encierra. El reclamo que le hizo Alejandro Ordóñez a la presentadora Mónica Rodríguez, por un tuit impreciso en el que decía que había sido destituido en vez de que su nombramiento había sido anulado, no sólo es el síntoma de la crisis axiológica, sino prueba fehaciente del estado de salud mental de nuestros dirigentes. (Publica El Espectador)

Cualquiera haya sido el objetivo del exprocurador: amedrentar, distraer o confundir, su aire soberbio con matices de descaro habla muy a las claras de lo que piensan esos presuntos líderes de sus connacionales.

Uno no sabe qué es peor: que se crean más inteligentes y estudiados que el promedio; que consideren que los demás son escasos de entendimiento, brutos o amnésicos, o que se sientan, por arte de birlibirloque, más allá del bien y del mal.

A eso hemos llegado. A naturalizar la corrupción, la trampa y el atajismo; a considerarlos como accidentes y a despojarlos de su gravedad como delito masivo y premeditado. A que parezca más trascendental el “cómo” que el “qué”, y a buscar en los mensajeros, a los que Ordóñez no baja de “enmermelados”, el origen de nuestros males.

Pernicioso Estado de derecho éste en el que una persona con esas calidades puede aspirar, y lo hace con insultos y diatribas, a la máxima dignidad nacional. Como sucede con Luis Alfredo Ramos, que aspira a ser candidato del uribismo, no obstante el proceso jurídico que tiene en la Corte Suprema de Justicia. Primero, debería estar libre de toda duda.

Antes que cumplir con los exámenes de las plataformas y los idearios políticos, quienes aspiren a cargos públicos deberían pasar por el tamiz de una hoja de vida sin tacha y una actuación signada por la decencia. Pero de ética parecen saber más ellos, que están por encima de los valores y que invitan a todo el mundo a estudiarlos para estar a su altura. Pobrecitos, los incomprendidos.

¿Principios o fines?

Oportuna, pero poco alentadora la recomendación del Banco de la República sobre los tiempos inciertos que se avecinan. Acostumbrados como estamos a los vaivenes de la situación, así no haya anuncios, ya nada parece asombramos.

Por eso no es motivo de sorpresa la voltereta circense con la que se negó a votar la Ley Estatutaria de la Justicia Especial de Paz, dizque por principios, el ala marxista de Cambio Radical, que, como sabemos, no es una parte sino el completo y muy curioso partido del ubicuo candidato Vargas Lleras.

Marxista sí, pero no desde la perspectiva ideológica de Karl y su amigo Engels; sino desde la quizá ya gastada alusión a Groucho Marx, el recordado actor y cómico y su citada frase: “Estos son mis principios. Si no le gustan… tengo otros”.

Como los han tenido, en uno y otro sentido, el ventrílocuo Vargas Lleras y sus obedientes discípulos que han degustado de las mieles del Gobierno durante dos períodos. Baste recordar las promesas de apoyo a la JEP en marzo pasado cuando el ahora candidato inauguraba, en olor de flashes y multitudes, viviendas en Chocó, de la mano del presidente Santos.

Eran otros tiempos, claro, y otros principios. Apoyar la paz ayudaba a sumar… Utilitarismo puro, como diría Armando Benedetti. Hoy, los cálculos son distintos, como es diferente lo que dicen los asesores u otras voces fantasmales, porque de Cambio Radical y Vargas Lleras, como de los habitantes de Comala, el pueblo de Rulfo, no sabemos en qué lado están.

Que se están corriendo a la derecha, dicen; que le están quitando margen al uribismo del ala cizañera, señalan; que se está desmarcando de Santos, como casi todos los colombianos, sentencian otros más…

No será el único salto triple que veremos, sobre todo si le siguen jugando a los resultados de las encuestas, tan disímiles unos de otros como incomprensibles.

Está claro que para algunos el asunto no es de principios, sino de métodos o de fines; quizás entonces los comencemos a conocer, de veras.

La “verdadera” campaña

Era de esperarse. En algún momento las campañas políticas iban a comenzar a girar en torno a “la paz”, escrita así, en sentido amplio. Sin concluir la fase de lucha de clases que plantean los orígenes, apellidos y antecedentes de Vargas Lleras y Petro, veremos, a partir de ahora, cómo partidos y firmones se alinderan a lado y lado de esa línea simbólica que es la implementación del proceso de paz. (Publica El Espectador)

La inminente alianza entre Juan Fernando Cristo y Clara López, con la evidente enseña de defender los acuerdos, rompe la calma chicha que rodea a los aspirantes a la Presidencia, que se siguen mirando entre sí, como en un embalaje ciclístico, esperando a ver quién arranca de veras, para recortarle diferencias a Germán Vargas Lleras, el líder de las encuestas de percepción que preguntan quién creen que va a ganar, así no piensen votar por él; y a Gustavo Petro, que encabeza las encuestas que preguntan quién puede hacerle oposición a Vargas Lleras, así no tengan intenciones de sufragar a su favor.

Y es que mientras el tema de la paz promueve polarización, delata sectarizaciones e incita creencias y prejuicios de las masas, otros asuntos, como la lucha anticorrupción, generan consensos y serán banderas comunes a pesar de los gigantescos rabos de paja que andan por ahí, pagando escondederos a peso.

Si primara la tan escasa coherencia, se vería a De la Calle, Cristo, Clara y Petro (y Pearl como Navarro buscando curules) de un lado; y a Vargas Lleras, el que diga Uribe y las obedientes ovejas de algunas iglesias cristianas del otro; se sabe que la alianza Fajardo-Robledo-Claudia apoya el proceso, pero si supedita la bandera anticorrupción se desdibuja. Expectante estará ese sempiterno 25 % de la franja de opinión… Es decir, tal como estábamos hace un año frente al plebiscito. ¿No habremos cambiado ni con la visita papal?

Llegado es el momento en que candidatos a las legislativas y presidenciales tengan que declarar de qué lado están. Entonces comenzará la “verdadera” campaña.

Malos tiempos

Que vamos por mal camino lo certifica la temporada de huracanes más destructiva en la historia reciente, la mediocridad sin liderazgos en la Asamblea de la ONU, el fracaso de la lucha contra el narcotráfico, la disolución de los partidos políticos y el reiterado llamado a las firmas para resolver lo que por otras vías no se pudo. (Publica el Espectador)

Pasada el efecto “Francisco”, el barrigazo se siente mientras el planeta observa impotente cómo vientos y lluvias arrasan con el Caribe oriental y el Caribe norte. Toda una bofetada en estos tiempos de soberbia en los que, con mucho de espíritu mercantilista, se profetiza acerca del triunfo de la inteligencia artificial y los sueños de inmortalidad.

La misma soberbia que se escuchó en los increíbles discursos de la Asamblea de la ONU, más cercanos a los alardes de un bravucón recién instalado, cuando no a los discursos de un aprendiz de couch, en el caso del presidente Trump, que sigue construyendo una caricatura de sí mismo, como lo evidenciaron las alusiones en la ceremonia de los Premios Emmy.

No se sabe quién es más inverosímil, si el mismo Trump, el megalómano presidente de Corea del Norte o Maduro, el dictador bananero, que logró el milagro de ponernos de acuerdo a todos en su contra.

Esa soberbia contrasta con la declaración derrotista, y sincera, del presidente Santos en la lucha contra el narcotráfico. Quizás hubiera podido bajar algunas cifras con otras estrategias, a costa de la salud humana y el medioambiente, pero en ningún caso encontrar la solución a un problema que tiene y tendrá raíces en su prohibición.

Y si por el Caribe y la ONU llueve a cántaros, por aquí no escampa. Con razón han caído rayos y centellas al procurador Carrillo por su populista e inoportuna propuesta de recoger firmas para reformar la justicia, como le han caído, por las mismas razones, a Vargas Lleras por dárselas de vivo, y a quienes frente al fracaso de la política contemporánea quieren implantar el régimen de la firmocracia. Pasamos de los nubarrones a los ciclones.

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