Nos hemos dejado llevar por la calentura. Comenzando por los líderes de la región, incluido el presidente Duque, y buena parte del periodismo que dejó atrás la información por la militancia.El fervor casi ingenuo de los gobernantes en la frontera con Venezuela desnudó las carencias de nuestra realpolitik, la ausencia de verdaderos estadistas que consulten con estrategas, el desprecio por la libre elección de los venezolanos, el desconocimiento de la dictadura en el hermano país y la aceptación de que todo vale en determinadas circunstancias. (Publica el Espectador)

Los resultados: 1. El lamentable nuevo aire para Maduro y sus secuaces. 2. La evidencia de que los planes para tumbar el totalitarismo terminaban en la letra B (el cacareado cerco diplomático-económico o la intervención militar con las tres variantes en las que, dicen, insiste Estados Unidos, de la mano del polémico estratega Elliott Abrams). 3. La incertidumbre reinante, en medio de las contradicciones de los líderes entre sus acciones, la pretendida solución pacífica y la atemorizante alerta rusa de la inminencia de una invasión armada.

Más allá de la exacerbación, la tal estrategia se está quedando sin oxígeno, a menos que esa sea la única estrategia, llevarnos al punto de no retorno.

Con los nervios crispados, el periodismo no ha podido construir una narrativa coherente más allá de la indignación. La renuncia a un relato equilibrado y distanciado ha incrementado la incredulidad y la confusión en las audiencias.

Los medios no han trazado una raya entre las ideologías propias y lo que muestran. Se confunden en sus narrativas la precipitud para los directos con la evidente falta de preparación pra presentar los sucesos disruptivo y los contextuales, las noticias falsas, la propia distorsión inconsciente y hasta la validación (como con la ayuda “humanitaria”, los actos de provocación y la suspensión temporal o inversión de valores) de los juegos de engaño con arreglo a fines.

Y en medio de todo ello, la increíble invitación, expresa o subrepticia, a ponernos dizque del “lado correcto de la historia”.